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Derribar estatuas puede ser un ejercicio de purificación democrática. Lo sería más debatir a fondo sobre lo que representan y analizar qué queda de su toxicidad. Resulta inconcebible que el rey Leopoldo II de Bélgica, uno de los mayores genocidas de la historia, conserve honores en su país. Convirtió Congo en un campo de concentración dedicado a extraer cacao, caucho, marfil y minerales. Aquellos que no lograban la cuota exigida sufrían castigos y amputaciones. Fue responsable de más de diez millones de muertes….
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