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Un recorrido por Ámsterdam pasa por el inevitable cinturón de canales, donde todavía es fácil perderse siendo turista. La belleza de los edificios que se asoman al agua y su evidente poder de atracción apenas ocultan el pasado colonial de la capital de Países Bajos y, por extensión, de todo el reino. Se ven fachadas adornadas con bustos de esclavos que delatan los lazos de sus propietarios con la explotación humana y hay también relieves con figuras de próceres locales de uniforme rodeados de siervos a sus pies, e inmuebles enteros levantados con los beneficios generados por las plantaciones en el Caribe o en Surinam (antiguas Antillas holandesas).

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Por ese pasado sombrío ha pedido perdón este jueves la alcaldesa de la ciudad, Femke Halsema, del partido ecologista Groen Links (Izquierda Verde) en un acto celebrado ante el monumento que conmemora el Día de la Emancipación (Keti Koti, la abolición de 200 años de esclavitud declarada el 1 de julio de 1863), ubicado en el parque de Ooster. “El comercio con seres humanos en proporciones mundiales forma parte de la identidad de esta urbe”, dijo. El gesto se produce poco después de que Francia y Alemania, con diferentes palabras, hayan reconocido excesos en su pasado colonial.

Las palabras de Halsema coincidieron, además, con la publicación de un informe encargado por el Ministerio de Interior que recomienda al Estado que reconozca que aquellas prácticas fueron un crimen contra la humanidad y pida perdón. Hasta la fecha, el Gobierno holandés, que ha mostrado arrepentimiento por el papel histórico del país en la esclavitud, se ha negado a hacerlo de manera oficial, porque, según Mark Rutte, primer ministro liberal de derecha —en funciones y con una década en el poder a sus espaldas—, todo “ocurrió hace mucho tiempo y generaría un debate divisivo”.

Durante su discurso, Halsema trazó una línea directa con los administradores locales del pasado —”esos regentes y alcaldes cuyas acciones aborrecemos”— y subrayó que el Ayuntamiento quiere “un Gobierno para quienes este pasado duela y su impacto sea aún una carga, un Gobierno para todos los habitantes”.

Recordó también que la provincia de Holanda del Norte, donde se emplaza la capital, “fue uno de los actores principales del tráfico y explotación de los esclavos, de cuyo esfuerzo procedía el 40% del crecimiento económico local en el siglo XVIII”. Y señaló que el propio Ayuntamiento fue copropietario y administrador de Surinam. Hizo hincapié, sin embargo, en que “no se puede culpar a un solo habitante actual de Ámsterdam por el pasado”.

Aunque Halsema sea la primera regidora del país en pedir perdón, el debate sobre el papel de los fundadores de Ámsterdam en el comercio transatlántico de esclavos no es nuevo, pero ha cobrado impulso con el resurgir del movimiento Black Lives Matter, un proceso que tiene eco también en Francia, Bélgica o el Reino Unido.

A través de las élites locales, que copaban las juntas directivas de las Compañías de las Indias Orientales y Occidentales, la capital holandesa se benefició también del reparto de las rutas comerciales conocidas. Así, la Compañía de las Indias Orientales (VOC, en sus siglas en neerlandés) transportó entre 660.000 y 1,1 millones de personas a la actual Indonesia y a las granjas de Sudáfrica, según los cálculos aportados por la muestra Esclavitud, abierta estos días en el Rijksmuseum de Ámsterdam.

La misma fuente señala que, del total de 12,5 millones de personas esclavizadas por mercaderes europeos entre los siglos XVII y XIX, los holandeses llevaron a la fuerza a unas 600.000 personas desde África hasta Surinam, Brasil, el Caribe y América del Norte (donde también tenían enclaves comerciales). En este caso, el control estaba en manos de la Compañía de las Indias Occidentales. Según Pepijn Brandon, investigador del International Institute of Social History, todo el país estuvo involucrado en esta forma de explotación, “y Ámsterdam fue el epicentro, porque la mayoría de los productos de las colonias, desde cacao y tabaco a café, procedían del esfuerzo de los esclavos y llegaban a la ciudad”.

Lucha contra el racismo

El informe sobre el pasado esclavista de Países Bajos, presentado este jueves, abarca el periodo comprendido entre el siglo XVII y el 1 de julio de 1863. Entre sus recomendaciones al Gobierno destacan las siguientes: convertir el 1 de julio en un día nacional para el recuerdo que cuente con la presencia del Ejecutivo y del rey “como reconocimiento de que el pasado afectó a todo el país”; la fundación de un museo de la esclavitud, un tema “que debe vertebrar el temario educativo en todos los niveles” y la lucha contra el racismo institucionalizado de hoy tanto en el mercado laboral y de la vivienda como en los cuerpos policiales. Solo 10 años después de la abolición, el 1 de julio de 1873, los antiguos esclavos fueron liberados del trabajo en las plantaciones.

Las ciudades de Róterdam y Utrecht han revisado también sus archivos en busca de huellas sobre sus lazos con la esclavitud colonial, y La Haya lo está haciendo ahora. Utrecht ha concluido que sus principales instituciones —el Ayuntamiento, la iglesia católica, los museos y la universidad— “estuvieron involucradas en la explotación y tráfico de personas y se lucraron con ello”. Al mismo tiempo, había voces abolicionistas dentro de las filas religiosas.

En Róterdam, uno de cada ocho habitantes tiene un antepasado de origen africano que fue esclavizado, más que ninguna ciudad holandesa. Así lo decía un informe presentado en 2020 al alcalde, el socialdemócrata Ahmed Aboutaleb, que señalaba a la élite y el poder local, los empresarios y armadores de la época como beneficiarios del tráfico de esclavos. “No solo se lucraron los comerciantes, patricios y dueños de plantaciones”, subraya el estudio.

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