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Gracias a la creciente información genealógica disponible en internet, encontré que soy descendiente directo de un traficante de esclavos.

Esta es la historia.

Durante la mayor parte de su periodo colonizador, España subcontrató la esclavitud a otras potencias europeas. Para la Corona, la subcontratación era más fácil de manejar y, además, minimizaba riesgos si algo salía mal. Este sistema, denominado Asiento, fue el titular oficial del comercio de esclavos en las colonias hispanoamericanas. Pero pasados 250 años, España decidió tomar el comercio de esclavos en sus propias manos para solucionar una serie de crisis.

Tras muchas negociaciones, la Compañía Gaditana de Negros recibió el contrato que le confería la exclusividad en el comercio de esclavos entre África y las colonias españolas en América. Se trataba de una empresa española fundada en Cádiz en 1765 por un grupo de socios, entre ellos un italiano llamado Joseph Maria Enrile. Los registros muestran que su bisnieto, Antonio Vignau Martínez-Enrile, resulta ser mi tatarabuelo.

Como muchas otras personas originarias de América, he tenido la curiosidad de investigar los orígenes europeos de mi familia. Empecé entrevistando a mi abuela, quien me dio unas pocas pistas. A lo largo de 25 años he visitado numerosos archivos en España y América, y consultado en línea otros tantos. Poco a poco me he ido convirtiendo en algo así como el historiador no oficial de la familia, quizá el que más sabe sobre nuestras raíces.

Sin embargo, nunca antes había oído nada sobre los Enrile ni, para el caso, sobre traficantes de esclavos en nuestro árbol genealógico. Empecé a preguntar entre mis parientes por si acaso alguien sabía algo sobre este personaje. No. Nadie había oído nunca semejante historia.

Nacido en Arenzano, en la República de Génova, Enrile y su hermano se trasladaron a Cádiz para hacer negocios, según la usanza de la época. Fueron comerciantes exitosos y, en la década de 1760, Enrile fue uno de los miembros fundadores de la compañía negrera.

Las cosas salieron mal desde el principio. Los negociantes locales en África Occidental no conocían a los nuevos traficantes y se mostraron reacios a hacer negocios con ellos. Aunque los gaditanos nunca dejaron de ir a África en busca de esclavos, tuvieron que comprar esclavos a las compañías extranjeras presentes en el Caribe para revenderlos.

En términos de negocio, la empresa resultó ser más una promesa que una realidad. Hubo numerosos contratiempos que les impidieron alcanzar sus objetivos, se les acumularon rápidamente las deudas y la mayoría de los socios se echaron atrás. Al ser el inversionista principal de la empresa, Enrile se hizo cargo de ella como Director Asociado en 1773.

Su hijo mayor, Gerónimo, fue una ayuda decisiva. Primero ocupó el cargo de Director del Asiento en La Habana, y después el de representante de la Compañía Gaditana. Su trabajo consistía en organizar los cargamentos, llevar al mercado a las personas esclavizadas y venderlas a sus propietarios finales o a minoristas que, en última instancia, las revenderían dentro de las colonias.

Según los registros extraídos del Archivo General de Indias por el erudito americanista Bibiano Torres (1929-2020), la Compañía Gaditana de Negros introdujo a sus puertos americanos, por lo menos, a 27.122 personas. Sus principales puntos de desembarque fueron Puerto Rico (en los primeros años), La Habana (durante los años de Enrile), Portobelo (Panamá) y, en menor medida, Cartagena (Colombia).

Según la ONU, las potencias europeas trasladaron a más de 15 millones de personas desde África a sus colonias americanas. Es verdad que, de entre ellas, España fue poco activa. Con todo, causa escalofríos saber que los traficantes españoles desembarcaron entre 885.000 y 900.000 esclavos.

Además, se debe considerar a las personas que perdían la vida durante ese largo viaje transatlántico llamado Pasaje del medio. Aunque existe un complejo debate alrededor de los números exactos, Bibiano Torres estima que, en el caso de la Compañía Gaditana, una tercera parte murió en la travesía.

Avancemos al año 2023. Mientras hoy podemos reconocer a muchos de los descendientes de los antiguos esclavos simplemente por el color de su piel, es casi imposible distinguir a los descendientes de los traficantes de esclavos.

Por eso doy un paso al frente —soy uno de ellos— y me pregunto cuál es nuestra responsabilidad.

Como ser humano me siento responsable de hacer todo lo posible para erradicar el racismo en cualquiera de sus formas. En tanto historiador aficionado me siento responsable de mantener viva la memoria y evitar el olvido. Y aunque no soy responsable de los actos de Enrile, en tanto descendiente suyo deseo ponerme al alcance de cualquier persona relacionada con el indecible dolor que los esclavistas infligieron a tantas familias y sus descendientes.

Tomando esto como punto de partida, me gustaría poner dos temas sobre la mesa.

En primer lugar, España debe darse prisa en su tarea histórica de abordar la esclavitud como un mecanismo decisivo en su sistema colonial y una realpolitik que explotó a personas y comunidades durante siglos.

Por ejemplo, el rey Carlos III creó el Marquesado de Casa Enrile en 1778 y le concedió a Gerónimo Enrile el título de marqués “en atención a los méritos y servicios (…) especialmente a los que ha hecho en la administración y manejo de la factoría principal del Real Asiento de Negros en La Habana, que está a su cargo”.

Que el marquesado de Casa Enrile siga activo muestra que se precisa un esfuerzo más enérgico por atender las heridas causadas por la esclavitud: la Historia, el sentido común y la sensibilidad de nuestra época claman porque el Rey Felipe VI anule este título y cualquier otro vinculado a la esclavitud.

Reconocer aquí, públicamente, los horrores que cometió Enrile es parte de mi esfuerzo —a título personal— para evitar que se repita la Historia. Es también un intento por iniciar un proceso de reparación.

Quisiera concretarlo: aunque hoy parezca improbable localizar a los descendientes exactos de las personas que Enrile envió al Caribe, si tus antepasados fueron esclavos, te invito a darnos la oportunidad de hablar sobre las historias que tu familia pueda haber conservado a lo largo del tiempo. Escríbeme a gdelag@gmail.com para empezar un diálogo.

Quién sabe adónde conducirá este esfuerzo transatlántico, pero apuesto que sería peor no procurarlo.

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