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La celebración de la boda entre la hija de un político peruano y un aristócrata español que ha causado una ola de indignación al utilizar como ambientación del cortejo nupcial y la fiesta a hombres disfrazados de indígenas —amarrados entre sí— y mujeres de largas trenzas sentadas en el suelo —que simulaban hacer trabajos con canastas y utensilios de barro— ha sido justificada por la empresaria peruana Belén Barnechea como una muestra “de lo maravilloso y culturalmente rico” que es su país. Sin embargo, para historiadores y gestores culturales, al igual que para artistas e instituciones que se han manifestado estos días sobre el polémico espectáculo, se trata de una escenificación reprobable.

“Somos un país lleno de diversidad, distintas culturas y tradiciones que han sabido convivir y unirse en un sincretismo único en el mundo. En todos los días de celebración enseñamos con amor y respeto algo del Perú, de nuestra cultura, de mi cultura”, publicó en Instagram tras la polémica la novia, hija del excandidato presidencial Alfredo Barnechea.

“He visto que en algunos medios de comunicación se han referido a la representación moche que hicimos, como de esclavos, de mujeres indígenas, del virreinato. Lo que hicimos fue representar la cultura Moche que se desarrolló entre los siglos II y VII. Por lo que nunca se cruzó en el tiempo con los Incas ni los españoles”, añadió la joven, dueña de una tienda de postres en Madrid y conocida como “la repostera de la jet por su amistad con Isabelle Junot —hija del primer marido de Carolina de Mónaco— y Sassa de Osma —miembro de la familia real de Hannover por matrimonio—, entre otras personalidades de la alta sociedad madrileña.

A pesar del intento por amortiguar la ola de críticas que ha recibido la ambientación de la boda, vídeos reproducidos en cuentas de Instagram muestran también a extras vestidos de soldados de la Conquista española —con cascos y petos— animando el momento llamado ‘La hora loca’ de la fiesta. Algunos invitados y los novios usan tocados dorados semejantes a los hallados en las tumbas reales del señor de Sipán y el señor de Sicán (descubrimientos arqueológicos de los años 80 y 90). En un vídeo de la revista Hola, los novios bailan reggaetón en ese momento de los tocados de los antiguos jefes moche, mientras los disfrazados de soldados españoles bailan con otros invitados.

La boda del sábado pasado entre Barnechea y Martín Cabello de los Cobos, nieto del conde de Fuenteblanca, se realizó en Trujillo, una ciudad a unos 550 kilómetros al norte de Lima, en cuyo centro sobrevive algo de la arquitectura del tiempo de la Colonia, y que conserva en las afueras sitios arqueológicos. En dicha ciudad nació la madre de la novia. Barnechea asegura que lo que se vio en el pasacalle del cortejo nupcial —en una calle peatonal en Trujillo— “fue una recreación de la danza de la soga, una danza ancestral que no representa esclavos sino que es una representación ritual de guerreros”.

El historiador peruano José Ragas considera que no se puede denominar “ancestral” a la llamada danza de la soga: “La defensa de Belén Barnechea añade un poco de información a lo ocurrido. Si bien es cierto que se trata de la representación de una aparente danza ancestral regional, el contexto en el que fue representada —una boda de élite— con alguien de la nobleza de un país como España, puede llevar a otras interpretaciones. Es una representación reinventada, no necesariamente fidedigna, y que puede terminar exotizando a la población”, dijo Ragas, profesor de la Universidad Católica de Chile e investigador de legados coloniales.

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Para Ragas, esta polémica por el uso de la cultura y la historia como adornos se da justo “cuando hace unos meses hubo un debate sobre la pertinencia o no de mantener la estatua de Cristóbal Colón, aparecen grupos neohispanistas de extrema derecha en la campaña electoral y, además, existe una larga tradición de utilizar a la población andina como parte de escenografías de la elite”.

Barnechea añadió en Instagram que las mujeres sentadas en el suelo —en una vía peatonal— “hicieron una representación de los trabajos y las formas de cultivar la tierra en la época”.

El abogado y gestor cultural trujillano Guillermo Rebaza, especialista en patrimonio, dijo por su parte que la danza de la soga, si bien es representativa de la cultura Moche, “no se ha mantenido vigente. No creo que en la actualidad sea de las más representativas”. Y destacó, al igual que Ragas, que no puede obviarse el contexto en el que se ha hecho uso de estas representaciones.

“Es imposible perder de vista las circunstancias sociales y políticas que vivimos, hecho que de por sí hace reprobable esa representación, sobre todo porque viene de una élite, la neoligarquía nacional, que sigue mirando con marcado desprecio a los sectores populares”, dijo Rebaza.

“Es un acto humillante”

La ex viceministra de patrimonio cultural y documentalista de la cultura popular del Perú, Sonaly Tuesta, cuestionó de forma más directa el uso de la danza de la soga en el pasacalle de un matrimonio. “¿Qué pertinencia tiene escenificar la práctica de exhibir al vencido en una batalla? Es un acto humillante: la soga sería el instrumento de dominación y conquista con la que lo ataban. Si quisieras mostrarte orgullosa, participarías de la escenificación, pero si no te comprometes con el otro o no lo incluyes —en la fiesta—, no sabes y terminas haciendo estas cosas: te justificas, no entiendes los reparos”, dijo, como reacción a las explicaciones de la novia.

Tuesta ha pasado 20 años documentando fiestas regionales, religiosas y costumbristas en la televisión estatal. Por ello explica que cuando uno celebra la cultura del otro, la comparte, y no la presenta por separado en un escenario como accesorio. La escritora plantea que “hubiera sido interesante que este matrimonio que está orgulloso de nuestra riqueza no haga del pueblo de Moche un escenario ni un decorado, sino que hubiera sido parte de la fiesta”.

Por otro lado, la cantante afroperuana Susana Baca, exministra de Cultura y tres veces ganadora de los Grammy Latinos, cuestionó también en redes sociales la “evocación vejatoria de la Colonia” durante la boda trujillana. “Cuando fui ministra de Cultura alertamos sobre la trivialización de la historia por algunos sectores sociales y creamos el Observatorio contra el racismo. Me da pena que estos no hayan reaccionado con el rigor del caso”, opinó este sábado en un post publicado en Facebook.

Horas después, ante una respuesta de la madre de la novia —en la misma línea de lo que explicó su hija—, Baca añadió: “Más allá de esto, debo desearles mucha felicidad a esta pareja que se une con amor”.

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